La Diversidad de la Vida
La diversidad biológica, también denominada biodiversidad, es la variedad de
especies animales y vegetales, la variación genética que existe dentro de cada
especie, y el abanico de comunidades ecológicas en que estas especies
interaccionan entre sí y con el medio físico.
Niveles de Biodiversidad
La diversidad biológica es la suma de la variabilidad ecológica expresada a tres
niveles: Intraespecífico (dentro de una misma especie), interespecífico (entre un
conjunto de especies), y ambiental. Tanto la variación a nivel intraespecífico como
interespecífico tienen una base genética, pero para los efectos de este trabajo
vamos a limitar el uso del término “diversidad genética” a la que se presenta dentro
de una misma especie. La diversidad interespecífica, que aquí convenimos en
llamar “diversidad de especies” la colocaremos en un segundo nivel. En un tercer
nivel aparece la diversidad de ecosistemas o comunidades naturales. Cada uno
de estos niveles tiene múltiples conexiones con el siguiente nivel, de forma tal que
los genes forman la base para la formación de las especies, y las especies, en
combinación con su ambiente físico, son los componentes que forman
comunidades y ecosistemas.
Componentes de la Biodiversidad
En cada uno de los tres niveles, genes, especies y comunidades, la diversidad se
puede describir analizando tres componentes:
1. 1. Composición, que es el número de diferentes genes, especies o
comunidades ecológicas dentro de una determinada área.
2. 2. Estructura, que es la distribución espacial de genes, especies o
comunidades ecológicas.
3. 3. Función, que son los procesos ecológicos que llevan a cabo los genes,
las especies y las comunidades ecológicas.
Estos tres componentes son esenciales para la conservación de la biodiversidad, ya
que nos permiten discriminar entre comunidades que pueden ser muy similares en su composición, pero pueden ser marcadamente diferentes en su estructura, o sea, en la
distribución espacial de estas mismas especies.
La Diversidad Genética
La diversidad genética es la variedad de genes dentro de una misma especie. Esta
diversidad es la materia prima sobre la que trabaja la selección natural, y confiere el
potencial adaptativo de un individuo al medio ambiente en que vive. También
determina el potencial de los individuos para sobrevivir y reproducirse. Ejemplos
familiares de diversidad genética los encontramos en la variabilidad en la coloración de
ciertas especies de escarabajos de los géneros Cerotoma y Diabrotica (Coleoptera,
Chrysomelidae), o las diferencias en tamaño entre los venados coliblancos Odocoileus
virginianus de la Isla de Ometepe y el resto del país.
La estructura genética, que es la distribución de material genético a lo largo del rango
de una especie, es de suma importancia para la conservación de la biodiversidad. Las
especies con poblaciones relativamente estables y abundantes que pueden
entrecruzarse fácilmente suelen tener una variabilidad genética reducida entre los
individuos de distintas poblaciones a lo largo de todo su rango de distribución. Tal es
el caso del Zanate Común Quiscalus mexicanus. En contraste, las especies con
poblaciones aisladas genéticamente y con poca capacidad de movilización suelen
mantener muchas poblaciones pequeñas y adaptadas localmente. Cada una de estas
poblaciones tiene una composición genética ligeramente diferente. Estas especies
suelen poseer una mayor diversidad genética en todo su rango de distribución, en una
escala geográfica amplia. Sin embargo, en poblaciones locales de tamaño similar, la diversidad genética suele ser similar entre especies con diferencias marcadas en su
capacidad de dispersión.
La Diversidad de Especies
La riqueza de especies es el número de especies en un área determinada. Este suele
ser el componente de biodiversidad de mayor uso en la literatura. Por ejemplo,
Nicaragua tiene 650 especies de aves, y 6,500 especies de plantas vasculares, y un
estimado de más de 250,000 especies de insectos. Pero la riqueza de especies no
refleja adecuadamente la diversidad de esas mismas especies. Para ello tenemos que
considerar también la abundancia, que es el número de individuos de una especie
determinada. Así, el Chocoyo Barbianaranjado Brotogeris jugularis, es una especie
relativamente abundante, probablemente con 1 millón de individuos a nivel mundial.
En el otro extremo, la Rana de Little Corn Island, Rana miadis, es una especie
extremadamente rara, ya que sólo cuenta con una única población de menos de 100
individuos restringida a un pequeño humedal en esta isla de la Región Autónoma del
Atlántico Sur. Las especies raras merecen una atención especial ya que son las más
propensas a desaparecer.
A menudo las especies se clasifican entre generalistas o especialistas. Las
generalistas suelen hacer uso de una amplia variedad de hábitats, lo que las convierte
en especies abundantes y ampliamente distribuidas geográficamente. En contraste,
las especies especialistas suelen estar restringidas a un hábitat determinado. Si este
hábitat es escaso, o tiene una distribución fragmentada, la especie presenta
poblaciones pequeñas y aisladas entre sí, lo cual las hace muy vulnerables a cualquier
cambio de su medio ambiente, aunque este evento sea totalmente esporádico, como
un huracán o un incendio forestal. Un ejemplo de una de estas especies es la Ardilla
del Rama Sciurus richmondi, nuestro único mamífero endémico, que no ha vuelto a ser
reportado después del paso del Huracán Juana en 1988 a través de la Costa Atlántica
de Nicaragua, a lo largo del paralelo 12. En contraste, un evento como este solo
produjo la desaparición temporal de poblaciones de otras especies con rangos de
distribución más amplia.
La Diversidad de Comunidades o Ecosistemas
Las comunidades son ensamblajes de especies que cohabitan en una misma área
geográfica. Los ecosistemas se definen como la combinación de las comunidades con
el medio físico en que se encuentran, tales como el suelo, la precipitación o el régimen
de vientos de una determinada localidad. En Nicaragua se han utilizado diversos
sistemas para clasificar los ecosistemas terrestres a nivel nacional. El mapa de la
vegetación de Nicaragua elaborado por B. W. Taylor (1963) ha sido el más popular.
Otros sistemas, como el de las zonas de vida de L. R. Holdridge (1967) y un sistema
desarrollado por el Ing. Salas exclusivamente para Nicaragua (Salas, 1993) son
citados con frecuencia en numerosos trabajos. En la actualidad el proyecto Corredor
Biológico del Atlántico está desarrollando un mapa preliminar de los ecosistemas de
Nicaragua con un nivel de detalle muy preciso. Desafortunadamente, la clasificación
de los ecosistemas acuáticos y marino-costeros no han recibido la misma atención.
La diversidad a nivel de comunidad o ecosistema es en gran medida un producto de la
diversidad estructural y funcional. La diversidad estructural se puede medir tanto
vertical como horizontalmente. Un bosque tropical maduro, con sus diversos estratos
fácilmente reconocibles - subterráneo, sotobosque, árboles hasta 10 m, árboles entre
10 y 20 m, y árboles emergentes y de la bóveda del bosque – es un excelente ejemplo
de un ecosistema con una alta diversidad estructural vertical. Una situación similar se
presenta en los arrecifes coralinos de la costa Caribeña de Nicaragua. En ambos
casos, existen las denominadas “especies estratificadas” que son aquellas que sólo
utilizan un nivel o estrato determinado. Nuestras dos especies de Guacamayas, la
Guacamaya Roja Ara macao, y la Guacamaya Verde Mayor Ara ambigua, son
especies que sólo se mueven en el estrato de la bóveda el bosque y los árboles
emergentes. La diversidad estructural horizontal refleja el mosaico de diferentes
comunidades a través del paisaje a vista de pájaro. Ejemplos de este mosaico lo podemos ver en la combinación de cultivos y parches de bosque, o en la interfase
tierra-agua – los denominados “ecotonos”- de humedales como el Estero Real.
La diversidad funcional al nivel de comunidades o ecosistemas, es la variedad de
procesos ecológicos que esa comunidad o ecosistema proveen. Algunos ejemplos de
estos procesos son el ciclo de nutrientes, la fijación de carbono, la producción de
oxígeno o el mantenimiento de la calidad del agua. La diversidad funcional del
ecosistema es la que le permite recuperarse después de haber sufrido cualquier tipo
de disturbio, para volver a su condición de equilibrio. Esta habilidad determina la
estabilidad de un ecosistema (Holling, 1973), de tal manera que cuanto más rápido
regresa a su condición de equilibrio, más estable es. Otro parámetro que se ocupa
para medir la diversidad funcional de un ecosistema es la flexibilidad (del inglés
“resilience”), que se define como la habilidad de un ecosistema para absorber cambios
manteniendo su funcionalidad. En la medida que un ecosistema pierde componentes,
ya sean especies o funciones, la estabilidad y la flexibilidad del ecosistema se ven
afectadas, lo que repercute en la capacidad del ecosistema para proveer los servicios
ecológicos correspondientes. Por lo tanto, si queremos lograr una verdadera
conservación de la biodiversidad, tenemos que pensar no solamente en la diversidad
de especies sino también en la estabilidad y la flexibilidad de los ecosistemas.
Escalas espacio-temporales de la Biodiversidad
Tiempo
La diversidad actual de Nicaragua es el resultado de millones de años de evolución y
de migraciones a lo largo del Istmo Centroamericano. De la misma forma que factores
del pasado han dado forma a la diversidad biológica actual, los factores que actúan en
la actualidad están moldeando la diversidad futura de Nicaragua. Muchos procesos
evolutivos suceden en escalas de tiempo de miles o millones de años. Tal es el caso
de los procesos geológicos que han dado origen a nuestros lagos y volcanes, o a la
formación de islas coralinas como los Cayos de Perlas. El efecto de estos procesos
suele ser gradual, lo que permite la adaptación de muchas especies. Aquellas que no
se adaptan a la velocidad en que suceden estos cambios se extinguen.
El hombre tiene un efecto directo en cambios en el ecosistema que tienen un impacto
directo en la diversidad biológica. La diferencia entre los cambios inducidos por el
hombre de los procesos naturales es la velocidad con que estos cambios suceden.
Los cambios en el uso del suelo y cuerpos de agua, o incluso la composición del aire
que respiramos suceden en el lapso de tiempo mucho más cortos, a menudo en unas
décadas. Muchas especies encuentran serias limitaciones para adaptarse a los
cambios inducidos por el hombre. Las especies más vulnerables son las especialistas
que además presentan rangos de distribución reducidos. Este es el caso de la
Salamandra del Mombacho Bolitoglossa mombachoensis una especie endémica del
bosque nuboso del Volcán Mombacho. Por lo tanto, los cambios que produzcamos
hoy en este ecosistema tienen el potencial de tener un impacto a largo plazo en la
supervivencia de esta especie.
Espacio
Las variaciones en la distribución de especies y poblaciones forman la base de la
diversidad biológica. Los diversos factores que determinan la composición de
especies en un área determinada se expresan a diversas escalas, desde unas pocas
hectáreas hasta cientos de kilómetros cuadrados. En algunos casos estos factores
actúan a nivel de biomas enteros, regiones biogeográficas o todo el planeta.
Cuantificación de la Biodiversidad
Para poder conservar la biodiversidad tenemos que establecer parámetros para
medirla en el presente en diversas escalas geográficas y monitorear los cambios que
se produzcan a lo largo del tiempo. Históricamente, la cuantificación de la diversidad
biológica se ha enfocado a unos pocos componentes selectos, tales como el número
de especies de aves o anfibios en un determinado ecosistema. De este modo, la
riqueza de especies (número de especies por unidad de superficie) y su abundancia
relativa son las dos medidas que se ocupan con mayor frecuencia para describir la
diversidad de especies.
¿Por Qué es Importante Conservar la Biodiversidad?
Desde hace años se ha venido llamando la atención sobre la destrucción
indiscriminada de los bosques tropicales a nivel mundial. Nicaragua no escapa
a esta problemática. Sólo durante la temporada seca de 1998, un año que
sufrió las oscilaciones climáticas asociadas al fenómeno del Niño, se
produjeron en Nicaragua más de 24,000 incendios y se quemaron unas
100,000 Ha de bosques primarios y secundarios (PNUD, 2000). El número de
incendios forestales en Nicaragua superó con creces al del resto de
Centroamérica, y obligó a cerrar por varios días el aeropuerto internacional de
Managua. A pesar de la gravedad de esta crisis ambiental, esta masiva
deforestación no ha venido acompañada con una extinción masiva de especies
a nivel de Nicaragua, al menos hasta donde sabemos con nuestro estado
actual de conocimientos. Sin embargo, el deterioro ambiental del país se ve
claramente reflejado a nivel departamental y municipal, con la desaparición de
numerosas especies en las regiones Pacífica y Central del país, y en extensos
territorios de las regiones autónomas del Atlántico. Dicho de otro modo, el 90%
de los nicaragüenses viven o solo conocen ambientes que han sufrido la
desaparición de numerosas especies. Y esta pérdida de especies tiene un
efecto concatenado con la pérdida de diversidad genética y de comunidades
ecológicas, y lo más importante, de los procesos ecológicos que garantizan la
estabilidad de los ecosistemas. En este sentido, existen al menos tres razones
básicas para justificar la conservación de la biodiversidad: El mantenimiento de
la estabilidad ecológica, el valor económico, y por último la responsabilidad
social.
Consideraciones Ecológicas
Las diferentes especies que cohabitan en una comunidad natural mantienen
estrechas relaciones entre sí y con el medio físico. Estas relaciones son las
que sostienen las funciones vitales de los ecosistemas, tales como la
fotosíntesis, la descomposición de la materia orgánica, la purificación del agua,
la regulación del clima, la formación de suelos, el control de la erosión y el
control de especies plaga. Los ecosistemas bien conservados suelen
mantener una alta diversidad biológica, y esto permite que muchas funciones
vitales de un ecosistema sean llevadas a cabo por más de una especie. Esta
cierta redundancia confiere una garantía para que esa función vital del
ecosistema se mantenga aun cuando se de la pérdida de un cierto número de
especies. Sin embargo, esta redundancia de ciertas funciones no significa que
una especie pueda sustituir a otra en todas las funciones que desempeña. Por
ejemplo, en Nicaragua contamos con varias aves carroñeras que cumplen la
importantísima función de iniciar rápidamente la descomposición de cualquier vertebrado muerto. El Zopilote Real Sarcoramphus papa, el Zopilote Negro
Coragyps atratus y el Zopilote Cabecirrojo Cathartes aura realizan esta labor de
forma complementaria, ya que consumen partes diferentes de los cadáveres.
Si el Zopilote Real desapareciera, como de hecho ya está sucediendo en gran
parte de Nicaragua, el Zopilote Negro puede realizar su función, tal vez menos
eficientemente ya que no tiene la misma fuerza ni las preferencias alimenticias
del Zopilote Real. Pero si se produce una desaparición de las otras dos
especies de zopilotes, nos encontraríamos ante un verdadero problema
epidemiológico, ya que muchas de estas carcasas comenzarían a
descomponerse en condiciones que favorecerían la multiplicación de agentes
patógenos.
No siempre existe redundancia en las funciones ecológicas de las especies
dentro de una comunidad. Cuando una especie desempeña funciones
exclusivas que son vitales para el mantenimiento de toda la comunidad
ecológica en que vive se la denomina “especie clave” (keystone species). La
pérdida de esta especie del ecosistema provoca cambios irreversibles en el
conjunto de las demás especies, y puede desencadenar una cadena de
extinciones. Ejemplos de especies claves son los grandes depredadores que
están en la parte más elevada de la pirámide trófica, ya que sin ellos se suele
producir una explosión en la población de sus presas. Otro grupo de especies
claves, características de los bosques tropicales primarios son los dispersores
de semillas grandes, como los Crácidos (Pavo nes, pavas y chachalacas), los
tucanes y algunos mamíferos.
En resumen, la realidad es que conocemos muy poco de las funciones que
desempeña cada especie dentro de un ecosistema, y por lo tanto
desconocemos las consecuencias de la pérdida de biodiversidad. Por lo tanto,
resulta prudente asumir que cada especie juega un papel importante para
sostener la funcionalidad de nuestro medio ambiente.
Consideraciones Económicas
Muchas de las razones ecológicas para conservar la biodiversidad conllevan un
valor económico asociado, en gran parte porque un ecosistema saludable
puede ahorrar a la sociedad muchos recursos económicos, en cosas tan
básicas como el mantenimiento de la red vial, la generación hidroeléctrica, y el
control de brotes de epidemias. En un país como Nicaragua, en la que gran
parte de sus ingresos están ligados a actividades agropecuarias, forestales,
pesqueras o turísticas, conviene recordar que todas estas actividades
dependen del mantenimiento de nuestra biodiversidad para generar ingresos.
La cuantificación económica de los beneficios asociados a la conservación de
la biodiversidad es analizada más en detalle en el capítulo correspondiente,
pero en la Tabla 1 presentamos algunos ejemplos ilustrativos de especies de
nuestra fauna local y el valor económico asociado a su función ecológica dentro
de un ecosistema en particular. Es importante señalar que estos beneficios se
obtienen a través de los servicios ambientales que estas especies brindan, que
es diferente de los ingresos ligados a la extracción y comercialización de
algunas especies (mascotas) o sus productos (piel, carne de caza, etc.).
Consideraciones Éticas
Cuando invocamos consideraciones éticas para la conservación de la
biodiversidad tenemos que recordar dos principios básicos. Primero, que el
bien común debe privar sobre el beneficio individual, y que nuestra generación
no es más que una de las muchas que tienen derecho a usufructuar nuestra
diversidad biológica. Esta responsabilidad social hacia el medio ambiente tiene
dimensiones locales, regionales y globales, de la misma forma que nuestras
acciones individuales o como parte de un colectivo pueden provocar un
impacto en la biodiversidad a estos tres niveles.
A nivel local, el uso del agua en una cuenca hidrográfica requiere del acuerdo
entre los usuarios para que las actividades económicas de unos pocos
individuos no deterioren la calidad de vida de toda una comunidad.
A nivel regional, por ejemplo a nivel Centroamericano, Nicaragua tiene una
clara responsabilidad para evitar la sobreexplotación de la Tortuga Verde
Chelonia mydas, ya que las poblaciones Caribeñas de esta especie son un
recurso compartido con otras naciones vecinas, como Costa Rica, Honduras,
Belice, Panamá y un sinnúmero de países caribeños. Algo similar ocurre a una
escala geográfica todavía mayor con nuestras aves migratorias neotropicales,
ya que estas especies pasan cada año la mitad de su vida en Norteamérica y la
otra mitad en el Istmo Centroamericano y el Caribe.
A nivel mundial, nada más real que los problemas asociados a la destrucción
de la capa de ozono y el efecto invernadero. En el caso de la destrucción de la
capa de ozono la responsabilidad recae más en unos países que en otros,
debido a sus hábitos de consumo, mientras el impacto es más marcado para
aquellos que viven debajo del área en donde se ha descubierto este agujero en
la capa de ozono, como es la parte más austral del Continente Americano. En
el caso del efecto invernadero, la producción de los gases que provocan este
fenómeno también recae en unos países más que en otros, pero el cambio
climático asociado nos puede afectar a todos por igual, con consecuencias
imprevisibles para la diversidad biológica global.